viernes, agosto 01, 2008

Anotaciones que no le importan a nadie




Mirar: dirigir la vista a un objeto.

Ver: percibir por los ojos los objetos mediante la acción de la luz.

Por una serie de circunstancias que no viene al caso mencionar tengo, por lo menos, cuatro afecciones oculares: miopía (defecto de la visión consistente en que los rayos luminosos procedentes de objetos situados a cierta distancia del ojo forman foco en un punto anterior a la retina), astigmatismo (defecto de visión debido a curvatura irregular de la superficie de la córnea y el cristalino), presbicia (defecto de la visión consistente en que los rayos luminosos procedentes de objetos situados a cierta distancia del ojo forman foco en un punto posterior a la retina) y estrabismo (disposición anómala de los ojos por la cual los dos ejes visuales no se dirigen a la vez a un mismo objeto). Como puede comprobarse fácilmente, si se ha leído con detenimiento las definiciones, que son siempre aburridas (y, por lo tanto, casi siempre pasadas por alto), dos de ellas son contradictorias, es decir, se anulan mutuamente.

Puedo mirar, pero no ver. Por lo menos no con precisión.

Tengo solamente mirada, no visión. Miro sin ver. Mi mirada, afectada por desviaciones infinitesimales e incomprensibles para mí, se ha vuelto imprecisa incluso desde el momento mismo, en esa infancia ya perdida y casi ajena, en que tuve autopercepción y reconocimiento de mis limitaciones físicas. Siempre vi mal. Siempre voy a ver mal.

“A los siete años vio por primera vez un pelo púbico en el borde del inodoro y supo, de manera oscura e inmediata, que el mundo era violento. Y sucio.”

No olvidar: comprarle un antibiótico a los cuchillos.

Arnet y Porcel, Muzzupappa y Faciatosta.

Interesantes momentos históricos: cuando está ocurriendo algo difícilmente conceptualizable por sus contemporáneos, la lucha de las interpretaciones emergentes sólo demuestra que la “comprensión” de ese acontecimiento depende de factores que nada tienen que ver con el hecho en sí. Esos momentos de vacilación interpretativa confunden. Nos hacen pensar, a la vez, que nunca ha ocurrido ésto que está ocurriendo, y que no podemos hacer otra cosa que pensarlo con el utillaje del pasado. Y la manipulación, a veces insensata, de esos instrumentos ya arqueológicos, nos brinda la confortable fantasía de que “vemos” de un modo novedoso esta peripecia arrolladora a la que llamamos devenir.

Se trata de interpretar escenas contemporáneas con instrumentos críticos del pasado. Como si no nos hubiéramos dado cuenta de que la analogía, método metrológico hipersofisticado que nunca explica nada, ya nos ha brindado su canto del cisne durante el Iluminismo. Vivimos en un mundo de metáforas y metonimias encajadas unas dentro de otras y llamamos a esa mirada, igual de desviada que la mía propia, realidad. La verdadera visión solicita para su existencia la presencia de la luz, cuando dentro de nuestro cuerpo sólo hay tinieblas, y nadie puede garantizar que la llamarada del mundo sea inextinguible.

Hay blogs que son como un Rivotril a pedal. La mayoría, tal vez. Este, sin ninguna duda.

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