viernes, enero 16, 2009

F for Fake




uno.

“Cuando el guerrero llega al borde del abismo de la muerte, salta en él en posición de combate. El bailarín se arroja con paso de baile. El místico, en postura meditativa. El tonto tropieza y cae. Es curioso lo que hace el elegante: antes de caer, se da la vuelta y saluda.”

dos.

Estamos en Magdeburg, Alemania. Y lo sabemos porque un insistente cartelito rojo en el borde superior izquierdo de la pantalla nos lo dice sin apuro.
El retador es ucraniano, tiene un apellido propio de un vendedor de telas del Once y usa, previsible, un pantagruélico pantaloncito negro. El campeón es húngaro, con nombre de arquitecto gótico, es rubio, guapo, y tiene un par de años largos más que el morocho.
La entrada en boxeo es determinante. Uno ve la carita del que entra al estadio y tiene serias chances de acertar quién se va a llevar el título mundial medio pesado de la OMB en juego, si sabe observar los detalles, se entiende.
Entra primero el retador, desde luego. Cuando el director de TV ya no tiene más remedio poncha en la cara de galleta del ucraniano: tiene más miedo que mi vieja cuando va a cobrar la jubilación, incluso uno podría leerle la mente: “qué estoy haciendo acá, a la segunda ñapi me tiro a la lona a dormir”. Para peor, cuando empieza de verdad la pelea, el ucraniano boxea con la elegancia de un viejo teléfono negro de EnTel. Dos enormes tatuajes oscuros le tapan la grasa que adorna sus bíceps: sí, es un teléfono que definitivamente no quiere ser marcado.
La pelea dura, asombrosamente, los 12 rounds reglamentarios. El ucraniano de apellido armenio termina fresco como una lechuga, el húngaro guapo seguramente va a tener que hacer un fuerte gasto en la reconstrucción de su cara. El título no cambia de manos, como la dolorosa sonrisa sanguinolienta y tumefacta del campeón magyar nos lo hace ver sin necesidad de sonidos.
Las minitas aman los payasos y la pasta de campeón. Los promotores de boxeo, también.

tres.

"No criemos más animales a los que les sea lícito hacer promesas."

cuatro.

Instantes

Jorge Luis Borges

Si pudiera vivir nuevamente mi vida.
En la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido, de hecho
tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría
más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería
más helados y menos habas, tendría más problemas
reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente
cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría de tener
solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos;
no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin termómetro,
una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas;
Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres
y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.

A ver, ¿quién es el idiota que puede creer que Borges escribió esta abominable cursilería? Respuesta: millones. Un muestra es uno de los miles de mensajes llegados al buzón electrónico del Centro Borges, luego de habérsele indicado que tal poesía no es de Borges, ni podría haberlo sido jamás: “Me permito informarte que el poema lo he encontrado y te lo agrego a este mensaje. Gracias por la ayuda. A pesar de lo que me comentó SÍ ES DE BORGES!!!!” (México, febrero del 98; el énfasis no es mío, la omisión pudorosa del nombre del causante, sí). Hay que decirlo: la única democracia posible (en el sentido vulgarizado del término “democracia“) es la de los tontos.

cinco.

Acabo de escuchar Chinese Democracy. Odio decir que me gustó.

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