miércoles, octubre 25, 2006

La felicidad era así


Yo tenía ocho o nueve años. Los viernes a la noche ponía el despertador a la misma hora en que sonaba los días de escuela. El sábado, el reloj obediente empezaba a tronar a las 7 en punto. Durante un par de segundos se entrechocaban la duda cronológica, el sueño, las ganas de seguir durmiendo. Pero era sábado y con el mismo gesto de cachetear al despertador, llegaba la certeza de que iba a poder seguir durmiendo hasta que se me diera la gana.

Después, quizá alrededor de las 10, me despertaba definitivamente. Al lado del reloj Jazz, made in Switzerland, 17 jewels, estaba el montoncito de libros. Elegía uno casi al azar. Levantaba la cortina. Me volvía a acostar. Leía hasta que el llamado a almorzar se volvía abrumadoramente insistente.

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