miércoles, noviembre 18, 2009

Fragmentos argentinos redux (Águila 3)

12 de julio

Hay días en los que el desorden del mundo se hace tan evidente y tan incontrolable que se toma conciencia de la imposibilidad de establecer un orden. Hoy ha sido uno de esos días. Hice lo que hago siempre: acomodo con paciencia espacios reducidos, por ejemplo mi escritorio. Los papeles y las cartas, amontonados y confusos. Las manchas oscuras de tinta sobre la madera oscura. Los cajones llenos de objetos inservibles. Y, de pronto, lo que da sentido a este orden menor, lo que religa mi escritorio con el mundo: los gemelos de oro de mi padre, ya dados por perdidos, en un sobre minúsculo, ocultos debajo de una chapa de madera en uno de los cajones, vuelven a mí. Junto con el triste recuerdo del momento en que los recibí.


14 de julio

Hoy me desperté hacia las cuatro y media de la mañana y hasta las cinco y media estuve escuchando las campanadas del reloj de la torre de la iglesia. Eran como el eco del lamento de un animal extinguido, a partir de cuyos huesos reconstruimos una religión que ya no es. La iglesia semeja un fósil, su estructura imperfecta nos recuerda el tiempo en que ni siquiera era necesaria para cumplir una función que ahora nos obliga a adorar.
Cerca del mediodía, en la penumbra fresca de la sala, amodorrado, escucho el tic-tac del reloj, y la crepitación de la radio que trae noticias de otros países. Cantidades enormes de presagios nefastos que me despiertan, me dejan melancólico y sin ganas de trabajar en los ciruelos.

15 de julio

La casa es una cajita que nos guarda. El granizo que cayó de noche estropeó casi toda la fruta. Nosotros estuvimos protegidos, pero la huerta quedó hecha un desastre. Hay que volver a hacer el trabajo todo de nuevo, desde el principio. El almendro perdió sus flores; a la mañana aparecieron en el suelo, como una camisita color rosa.
¿Qué quiere Ilse? Hemos estado solos en el bosquecito. La claridad con que ya veo mi situación me ha vuelto audaz. Ella me dejó hacer. Nos quedamos dormidos en el pasto húmedo, muy cerca de un fangal. El calor del sol sobre mi espalda me despertó. Ilse dormía bocarriba. Una mosca se posó en su cara y caminó hasta la nariz. Sus hoyuelos dorados, la frescura de sus mejillas, todo estaba opacado por la pálida sombra del cedro. ¿Cómo ha podido ocurrir esto, pensé, a no ser para que me sirva de lección? Sí, y luego: la vida es una larga preparación para la muerte.

18 de julio

Hoy he ido a visitar al señor J. Tomamos un café extraño, con especias, debajo de las hayas. Luego hemos ido caminando a un lugar pantanoso. Intenté, infructuosamente, pedirle consejo acerca de mis asuntos. Entiendo que él comparte mis penurias y comprendió la situación en la que me encuentro. Me fue muy difícil quebrar la coraza que hace incomunicables nuestras pesadumbres, siendo tan fácil comunicar la alegría. Me ofreció algunas razones, pero ninguna me es de ayuda; los tiempos que corren hacen que ni siquiera los aliados en espíritu encuentren sosiego entre sí. El lazo solidario que hasta hace poco nos unía se ha roto, nos ha dejado distantes unos de otros. La intención de los infames se ve cumplida enteramente, ninguna ayuda podemos esperar.
Vivir dentro de la esfera de la conciencia y pensar continuamente en la situación en la que me encuentro hace más difícil darme a conocer a los otros. Como caminar por un desfiladero estrecho y funesto del que sólo tenemos la promesa de la salida.
Al volver a casa en bicicleta vi salir a tío Ignatius de la casa del señor Lohne. Se dijeron las últimas palabras debajo del pórtico de piedra, susurrando como dos conspiradores. Ellos lucharon juntos en la Gran Guerra. Creo que quieren otra, sólo por revancha.
Ahora tengo que hacer un gran esfuerzo por encender la luz y colocar una nueva pluma. La anterior se ha quebrado y se ha doblado; se asemeja al pico de un ave de rapiña.

20 de julio

He soñado que es de noche y estoy en mi cama (mi cama tenía los pies hacia la ventana, y frente a la ventana había una hilera de viejos nogales. Sé que era invierno cuando soñé, y de noche.) De repente, la ventana se abre sola y veo con gran temor que sobre el nogal grande que da frente a la ventana hay unas cuantas serpientes lanceoladas. Eran seis o siete. Las serpientes parecían más bien como lagartos, pero sin patas. Presa de gran angustia, evidentemente de ser devorado por las serpientes, rompo a gritar y me despierto. Tengo cuatro años y mi padre no está, lo llamo y no me responde, rompo a gritar y me despierto.
El calor entra por la ventana. Los lémures insomnes vagan por el campo, caminan por las vías del tren, se entretienen en las huertas. Al levantar la vista del cuaderno y ver la inmensidad de los campos tengo la idea de que cada ser humano es un universo con sus propias leyes; a pesar de convivir años y años con las mismas personas, a quienes amamos, se nos revelan en ellas abismos que desconocíamos. Muchas veces, somos extraños para nosotros mismos.
La noche se alarga sin fin.

21 de julio

Por la tarde, después de almorzar, oí voces de radio de las que creí sacar en limpio que las cosas se arreglarían rápida y felizmente. Me quedé dormido pensando en cómo pasaría el otoño en casa. Me desperté con el estruendo que unos aviones hicieron al atravesar mi sueño. Los sueños nunca mienten. Los augurios de paz azuzan los deseos de la mayoría ignorante: vamos a darles una lección, he escuchado decir a tío Ignatius muchas veces, justamente cuando piensen que nada va a pasar.

28 de julio

Carta de tío Friedrich. Su tono se ha vuelto sombrío: "Quien no ha muerto joven, merece morir." Parece que estamos todos en el fondo de un infierno, cada instante del cual es un milagro.

2 de agosto

En estos días he pensado mucho en la muerte. En mi muerte. ¿Por qué no me mato? Si supiese exactamente lo que me lo impide, no tendría más preguntas que hacerme puesto que habría respondido todas. Quid est veritas?, le pregunta Pilatos a Jesús, ¿qué es la verdad?. Al borde de la muerte, ¿qué es la verdad? se pregunta uno a sí mismo. La muerte, sin duda, es la máxima verdad, pero ¿qué es la muerte, en realidad? El gran sí, como si la muerte sólo pudiera ser atravesada con una afirmación en los labios, sin desear nunca que la gran pregunta sea respondida. O, a lo sumo, que sea respondida con mixtificaciones.
Vanidad de vanidades, todo es vanidad. Incluso este diario inverosímil.

5 de agosto

Me siento cansado. No tengo ganas de hacer nada, ni siquiera de escribir. Y sin embargo escribo que no tengo ganas de escribir.

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