jueves, diciembre 17, 2009

Así, como así





- Hemos guardado un silencio muy parecido a la estupidez (ha dejado escrito el señor M.)

- Estoy aprendiendo a pensar sin metáforas.

- Está bien, en ésta me rindo: soy comprador compulsivo, incluso entregando mi propio dinero miserable a esas maquinarias, como se dice: “infernales”, denominadas multinacionales de la industria discográfica, del espectáculo que brindó el señor Luis Alberto Spinetta (junto a una cantidad considerable de “genios”) el 4 de diciembre de 2009 en el estadio José Amalfitani (¿era José el nombre, seguro?) sito en la ciudad sitiada de Buenos Aires.

- Razonamiento criptografomántico en penumbras, de difícil resolución, a cargo del inefable aprendiz de Silvio Soldán conocido como Fok-Hiu:

Intento convencer a Equis que Equis sí. Equis dice que Equis no. Equis quiere a Equis. Y viceversa. Yo quiero a Equis y a Equis. Y espero fervorosamente que Equis y Equis también me quieran. Quod erat demostrandum!
(Sólo yo entiendo esto, obviamente. El razonamiento, digo, no la resolución, la resolución la entiende cualquiera, menos yo).

- J. me dice Qué onda, no? Por qué estabas así? Lo primero que pienso es: efectivamente, el demonio está en los detalles.

- El ritmo, naturalmente, me está vedado. Lo aprecio con placer pero lo ejecuto con espanto. Tengo que trabajar en el ritmo. Poner el acento, como escribió el bueno de R.B., en su época fashion-leninista: lo que en verdad importa es la producción, no el producto.

- Escuché varios bootlegs (oséase: grabaciones amateurs, las más veces hechas con celulares (?), que luego eventualmente se editan y se suben (?) a Internet) del señor Rodolfo Páez, primero por casualidad y luego por insana curiosidad. He notado, luego de múltiples audiciones (múltiples es casi exacto, no una hipérbole), que inexorablemente, es decir en todas las grabaciones (todas aquí quiere decir todas las que escuché, digamos entre 20 y 30) se escuchan dos o tres risas sarcásticas entre el público.

- “Toda cosa anhela perseverar en su ser”. Esto parece de difícil refutación, pero en definitiva es un sofisma verdadero.

- Interpretar algo significa, esencialmente, desconocerlo.

- Lo que hacemos durante toda la vida: inventar, reescribir, robar, retorcer, estropear teorías que sustenten racionalmente la fundación del relato del recuerdo, vaguísimo a esta altura, que tenemos de nuestras ideas cuando éramos niños, de cinco o seis años, ponele.

- E6/9, Eº7 o E7sus4?
Excelente pregunta.

- -Veo, a unos cincuenta metros, una ventana iluminada por un plasma de muchas pulgadas: el reflejo me atrae justo porque no parpadea; es de un verde espumante: probablemente la imagen del césped de una cancha de futbol. Mi mente tarda unos segundos en concebir esa “idea” y como consecuencia dejar de fijar la atención en ese destello irreal para sólo posarse en otro destello irreal (digo: este es bien real, está ahí, pero no tiene el color tenue de la realidad, es demasiado alborotador, y por eso provoca atención).
Y cuando ya la abuela perezosa, que ahora sólo teje por estupidez, está a punto de fijarse en/a otra cosa, aparece un hombre en la película que proyecta el marco iluminado de la ventana. Se para rígido y recto a unos centímetros de la pantalla y empieza a mecer su torso, de color verde clarito por una remera o camisa de ese color, de la cintura para arriba, las caderas y las piernas rectas y rígidas, de cara al rectángulo verde. La oscilación del torso es del orden de los 30º y su frecuencia de unas, por decir, 3 veces por segundo. Hasta que, luego de un rato, podrían haber sido unos 3 o 4 minutos, o 2 capaz, se queda tieso nuevamente y desaparece de la pantalla.
No hay que olvidar que padezco de varias condiciones oculares que vuelven a los anteojos más una coqueta barrera frente a las inclemencias del mundo que una efectiva férula para la visión.

- El pasado, escrito por el señor Alan Pauls, es una reescritura (o como mierda prefieran decirlo) de El que tiene sed, escrito por el señor Abelardo Castillo. Y así ad infinitum.

- Ayer casi interno a S. Pero no. No tiene fin la primavera humana.

[la foto ut supra es del boliche de Purrete, en los arrabales de Lobos, provincia de Buenos Aires]

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